El Hotel Nacional de Cuba, con casi 90 años de historia, es conocido por sus lujos y su imponente arquitectura, pero también por los fascinantes hechos que rodearon su construcción. Inaugurado tras un pequeño retraso debido a problemas de transporte desde Florida, este hotel se ha convertido en un ícono de La Habana.
El 30 de diciembre de 1930, los primeros huéspedes disfrutaron de un cóctel Presidente y de café servido en dos versiones, americana y cubana. La publicidad sobre su apertura fue exclusiva, dirigida solo a clientes potenciales de la élite. Desde el principio, el hotel fue comparado con los prestigiosos Plaza y Savoy Plaza de Nueva York, destacando el clima tropical de Cuba como un atractivo clave.
En plena Ley Seca en Estados Unidos, el Hotel Nacional se convirtió en un refugio perfecto para la élite norteamericana que no podía consumir alcohol en su país. La discreción del lugar y el lujo que ofrecía lo transformaron en un oasis donde disfrutar de lo prohibido.
Aunque el hotel iba a ser construido originalmente en la intersección de las calles Prado y Cárcel, la falta de disponibilidad de terreno obligó a cambiar su ubicación. El hotel finalmente se erigió en la Loma de Aróstegui, un área que previamente había sido un depósito de excrementos de caballerizas, lo que le otorgó una posición privilegiada con vistas al mar.
El proceso de construcción fue rápido, durando solo 14 meses. El diseño arquitectónico del hotel es una mezcla de estilos que dejó una marca en la arquitectura cubana. Con elementos romanos, mosaicos sevillanos, y gárgolas góticas, el Hotel Nacional incorporó una variedad de influencias, combinándolas con materiales autóctonos como maderas cubanas y piedras de Jaimanitas, lo que resaltó la cubanía en su diseño.
Desde el punto de vista de la ingeniería, el Hotel Nacional fue pionero. Fue la primera construcción en Cuba que utilizó un sistema porticado con vigas de acero revestidas en hormigón. También integró la naturaleza del lugar, preservando las históricas cuevas de Taganana y los cañones Krupp y Ordóñez, elementos defensivos del siglo XIX que aún se pueden ver en el área.
Este hotel no solo fue un logro arquitectónico y de ingeniería, sino también un símbolo de la historia y la cultura cubana, mezclando lo mejor de las tradiciones locales con influencias extranjeras. Su construcción y su legado lo han convertido en un referente ineludible para turistas y cubanos por igual.