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La creciente ola de deportaciones de migrantes cubanos desde Estados Unidos mantiene en vilo a la comunidad cubana dentro y fuera de la isla. La administración de Donald Trump ha intensificado las expulsiones de indocumentados, entre ellos miles de cubanos que llegaron recientemente bajo el Parole humanitario.
Mientras Washington avanza con estas medidas, La Habana aún no ha definido una postura clara sobre si aceptará o no a los deportados. Sin embargo, la crisis económica y la escasez de alimentos en Cuba hacen que el panorama sea aún más preocupante.
Las deportaciones ya han comenzado y la comunidad cubana en Estados Unidos enfrenta un clima de creciente incertidumbre. Muchos migrantes que dejaron la isla arriesgando su vida para llegar a territorio estadounidense ahora temen ser enviados de regreso a un país en el que la crisis se profundiza cada día.
Para ellos, la deportación significa regresar a una realidad de pobreza extrema, inflación descontrolada y falta de recursos básicos.
El gobierno cubano, que en el pasado ha mostrado una postura ambigua respecto a la aceptación de ciudadanos deportados, podría verse obligado a recibirlos. De lo contrario, se arriesga a enfrentar sanciones internacionales aún más severas.
Sin embargo, la capacidad del país para integrar a miles de retornados es limitada, especialmente en un contexto donde la escasez de alimentos ha alcanzado niveles alarmantes.
Uno de los puntos que más debate ha generado en redes sociales es cómo afectará la llegada de deportados al ya precario sistema de distribución de alimentos en la isla. La pregunta, inicialmente planteada en tono de burla, refleja una dura realidad: Cuba no cuenta con los recursos necesarios para sostener a una población en aumento sin empeorar las condiciones de quienes ya residen en el país.
En Estados Unidos, la comunidad cubana se encuentra dividida. Algunos políticos en la Florida han instado a la administración Trump a frenar las deportaciones, argumentando que enviar a miles de cubanos de regreso a la isla no solo afectaría su bienestar, sino que podría desestabilizar aún más la situación en Cuba.
Otros, en cambio, ven la medida como una respuesta al crecimiento de la migración ilegal y una forma de presionar a La Habana.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) ha identificado a los migrantes cubanos como un objetivo prioritario para las deportaciones. Según Kathleen Bush-Joseph, analista del Instituto de Política Migratoria, las autoridades estadounidenses tienen acceso a sus direcciones y datos personales, lo que facilita su localización y eventual expulsión.
Para los cubanos que se encuentran en Estados Unidos sin un estatus legal permanente, el miedo a la deportación es ahora una constante. Muchos se preguntan si podrán permanecer en el país o si deberán regresar a un entorno que consideraban insostenible cuando decidieron emigrar.
En Cuba, la situación no es más alentadora. La crisis económica ha llevado al desabastecimiento de productos básicos y el sistema de distribución de alimentos enfrenta una presión sin precedentes. La llegada masiva de deportados podría agravar aún más la crisis social y económica, generando un escenario impredecible para el gobierno de Miguel Díaz-Canel.
Mientras las deportaciones continúan, la incertidumbre se profundiza. Los cubanos en Estados Unidos esperan señales de un posible alivio migratorio, mientras que en la isla, la preocupación crece ante la posibilidad de recibir a miles de compatriotas en un país sin recursos suficientes para alimentarlos.